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El baile...

26 nov 2020


 

La culpa, eso que Dostoievski define de una manera asombrosa en "Crimen y Castigo" : sentirse abrumado, por las dudas que genera una acción, que por descuido, en principio sin intención, conduce a cometer un daño que no necesariamente deviene en el famoso asesinato de la ingrata usurera, por lo menos en mi caso.

Lo mío como siempre, es exagerado. Un mail me la trajo volando (entiéndase, a la culpa). Hablaba de la comisión de madres de septimo VDS, creada, sin fines de lucro y heroicamente a la par de los bomberos voluntarios de la Boca de la que yo no podía participar porque claramente no hubiese estado a la altura. Cuando pidieron por única vez la colaboración para la organización del baile para recaudar fondos y poder hacer un viaje de cuatro días al Palmar, Entre Ríos, el selecto grupo de madres trabajadoras agachó la cabeza y se entregó sin más al duro frío de Siberia, lo mismo que Rodión.

La semana siguiente, me trajo más noticias; se me adjudicaba el puesto de la venta de tickets para hamburguesas, pizza y bebida junto con otras dos desconocidas. Me lo tomé con más liviandad que el pobre Raskolnikov, incluso intuí que me iba a divertir. Era un viernes  parecía tan lejano, hasta que fue hoy,  justo hoy que estoy tan cansada, que me revuelvo de dolor por una tensión que vivo cargando en los hombros. Marcelo, ya había partido a Catamarca, a correr por el desierto de Fiambalá, quedé absolutamente a cargo en la casa. Quería volver temprano, buscar esa droga que me fulmina, le pega a la espalda y la desarma, entonces mi andar es mucho más feliz, liviano, ágil, deja de sentir culpas, y se arrepiente de la idea que hasta anoche parecía alimento barato para el blog. A las siete Agustina empezó a ducharse, mientras la madre mandaba mensajes desalineados y desubicados para saber en el último minuto a que hora debía estar y dónde, "si ya se que se hace en el Fenix o Felix Marino ? pero no se irrrrrr ! me mandas la dirección Lau ?". Respuesta de otra mama cansada : creo que es en Vallejos y Segurola, pero no estoy muy segura, cuando tenga más datos te aviso. No había más tiempo, ocho y cuarto salimos corriendo, nos pararon dos vías y sin embargo no me perdí. Agustina estaba nerviosa, decía que no podíamos llegar tan tarde, que no entraba si la gente ya estaba en la puerta, y que no iba a encontrar a sus amigas !!!!!.

Encontramos todo !!!! hasta lugar para estacionar. Entonces una de las mamás me llevó a mi puestito dentro del salón principal. Una mesa improvisada con dos sillas, cubierta por un mantel y una lámpara a la que habían decorado con una especie de globo chino que decía : " Aca Tickets", junto a una columna en la que rápidamente leí : "Hamburguesas : 20 pesos y lo que pensé un pancho (el nervio a flor de piel, le reculó a la neurona, y por culpa de un neurotransmisor dañado olvidé que era venta de hamburguesas y pizzas, nada de panchos) - porque era todo con dibujitos - 15 pesos, bebida 10 pesos. Hasta ahí era fácil de memorizar, después vino el sacudón : "Combo 1", me di vuelta y un grito gutural me salió de vaya a saber donde : me pusieron combos !!!!!, no me voy a acordar de nada !. Pero si, me dice Mariel, es una pavada, fijate son dos nada más : dibujitos : hamburguesa (es una hamburguesa no ?) más bebida : 25 pesos y Combo 2 : lo que yo me figuré era un pancho (pizzeta) más bebida : quince pesos. Me senté y me dieron los talonarios de todo ! y una cajita con cambio por las dudas. Y ahí nomás apareció otra de las madres que se había metido en el mismo lío que yo, y me emocioné como Forrest Gump con su mamá comiendo bombones mientras le explicaba contenedora sobre el azar de la vida, o la azarosa vida que uno puede llevar.

La música fuerte, se había instalado mejor que nosotras en el puestito, y la oscuridad mechada con luces de colores imperaba en un salón que apenas estaba llenándose de chicos de todos los tamaños. Esos niños, entre adolescentes desgarbados, empezaron a acercarse al precario puestito muertos de hambre, sin saber muy bien qué hacer. Puse garra en la actitud, y se dirigieron directamente a mi, hablé pero no salió nada, grité y ellos gritaron, la música ya me estaba bajando línea, aprendí a hablar con gestos (como aquella mudita de Araceli, en esa telenovela...), y por supuesto metí la pata, empecé a vender panchos, lo que veía en el dibujo del cartel no era un pancho, me dijo la autora del dibujo era una pizzeta !!!.  "Ana, no hay panchos !!!!". Ah perdón capaz era yo la que tenía ganas de un pancho, y vi un espejismo como si estuviera corriendo con Marcelo en el desierto (más o menos estoy en el mismo lugar, posiblemente sería mejor describirme en un pantano). Una vez que le agarré la mano, era imparable, hasta pensé en abandonar tribunales e instalar "ese Café" con mi amiga por el que tanto averiguamos. El problema grave, el que cacheteó para despertarme de mi inocente percepción de una realidad comercial que nunca estuvo a mi alcance, fue cuando, nos instalaron un kiosco de caramelos y golosinas !!!! En ese momento no perdí la sonrisa pero me apichoné y empezó mi agonía, regresé al lugar de Rodión Raskolnikov...

Los chicos, aligeraron la obligación y me hicieron reír. Venían temblando, con la mano extendida, un billete, arriesgaban "Me das una hamburguesa ?" y yo decidida les facilitaba todo, los calmaba y les entregaba su vuelto. Más de uno, con los nervios se iba sin el vuelto, o sin el ticket, o se quedaba asombrado y me preguntaba : "Y la hamburguesa", - no acá pagas y la comida se las entregan allá, en la barra (como siempre un chino ), para sorpresa de los chicos, ya intranquilos por no saber qué hacer en el lugar, menos con chicas que les llevaban aproximadamente medio cuerpo. Otros sacaban rollos de papeles arrugados y doblados a un punto que nunca hubiera adivinado que era posible, esos eran los más bebés, nos entregaban todo y se iban con el ticket, desconociendo absolutamente que nos habían dejado doscientos cincuenta pesos en un apretado cuadradito. 

La espalda rechinaba de dolor, el cansancio reclamaba lo suyo, sin embargo me asombró mi decisión, me desenvolvía como una experta comerciante, hasta proponía los combos como alternativa más barata. Y entonces se terminaron las hamburguesas, los chicos seguían sin bailar, dando vueltas grandes por el salón, solos arrugándose los extremos de las camisas o en grupo riéndo tontamente pura excitación, de ahí subían a los baños, actuaban como zombies con la música, y una escenografía tenebrosa de fondo, el club no era muy lindo aunque era generoso en las dimensiones.

A las 11 hs., solo quedaba el kiosco. Tuve que sobreponerme al descubrimiento de una capacidad diferente para manejar dinero chico. - Hola, me das 8 caramelos flyn paff, un chupetin, y una bolsita de lentejas de chocolate, queeeeeee ????. Los caramelos se venden 3 unidades por dos pesos - si ya sé, pero quiero 8 - entonces agarro los cien pesos, y me empiezo a ahogar, cuento con los dedos debajo de la mesa como si tuviera nueve años, - querés 8 caramelos y por tres unidades a dos pesos sería, ya se : por qué no me comprás nueve, lo demás me parece mucho, ya comieron hamburguesas, además no me acuerdo que me dijiste - interín tenía otro billete en la cara, y otra cara sobre la mía reclamándome una chocotorta y todo lo que quedaba en caramelos, pero cuántos ? si me da un billete de cincuenta, la chocotorta a cinco pesos, y dos pesos tres caramelos cuántos le tendría que dar ?????. Empecé a transpirar, tardaba mil años en cada cuenta, me perdía, calculaba mal, me daba cuenta y ellos se iban así con el vuelto mal dado o la cara de sorpresa por verse con tres caramelos en la mano, pero se resignaban ante mi cara de susto, sofocón e infancia sobreprotegida. Me comprendían, ellos tan chiquitos, yo tan infantil en este cuerpo de cuarenta años, mentiroso de la verdad. De pronto, casi a las doce de la noche me envalentoné, recordé a un amigo que en un cumpleaños, cuando con toda amabilidad le dije si me podía pasar la cartera me dio el mejor consejo del resto de mi vida, "tontita asi no, tenés que usar el modo imperativo - para algo lo tenemos - y decir : "Dame la cartera",  con decisión.Y lo aplicas a todo,  entendes ?. 

 El recuerdo, me hizo repetir en vos alta "y lo aplicas para todo". Me paré y de pronto dije :  "Me voy", nadie se sorprendió, me miraron comprensivas, escuché un aliviador "andá tranquila". Funcionó, sin mentir, sin justificar diciendo que mi hija más chica está con mi mamá desde hace dos días,  que probablemente hayan robado mi casa porque la dejé toda apagada y además que trabajo en una organización internacional, que me reclama porque parece que no hay lola, entre Israel y Palestina o algo así. Todo eso lo aprendí, un viernes a los cuarenta y tantos, en un baile del colegio...

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Cuentos de Hadas suburbanas . Todos los derechos reservados. © /Desarrollo: Maira Gall / Ilustraciones: Lau Rolfo