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Las audiencias de mediación

25 abr 2019

                                           
       
                                       


No me explico, por qué tengo que pasar por todo esto, será que me aplica otro clishe, ese que dice que si te pasan hechos inesperados y complicados es porque podés superarlos. Nunca me imaginé de este lado del mostrador, la clienta de abogados, y  menos por las contrariedades de un marido inescrupuloso que por dinero inventa cualquier cosa, eso si debo reconocerle una creatividad para la mitomanía fatal,  justo en el peor momento de dos adolescentes que han descubierto una libertad ensordecedora, clarísimo que quiero decir que no ven ni escuchan lo que está pasando, están de joda a un nivel muy superior, al que nuestra generación tuvo alguna vez, siquiera acceso, chance o medios que le permitieran conocer ese absoluto libre albedrío. 

Por lo menos me dan la posibilidad de no ver al estafador, más que nada porque no respondo de mí, se que soy un volcán en ebullición, y para no pensar siquiera en él y sus múltiples personalidades, paso el tiempo mirando a la simpátiquisima Renée zellweger en Bridget jones. Lástima que no puedo divertirme un rato con el carismático Huhg Grant, y el melancólico Colin Firth. Hoy es la segunda audiencia de mediación, y por suerte, no tengo que verlo ni oirlo, estaré en un despacho cercano. Los abogados harán una propuesta, y quien sabe, tal vez la acepte o quizás, saque un as de la manga y como dicen de vuelta la tortilla y los deje a todos boquiabiertos. No me sorprendería nada. Pero volviendo al clishe, la verdad es que estoy aprendiendo mucho de esto de la mediación, las mediadoras, los abogados, las psicólogas, y la palabra ¨revinculación¨, que se repite una y otra vez. Lamentablemente, yo no estaría queriendo revincularme con nadie, por ahora. De pronto, me di cuenta que es todo un manoseo, pero no hablo de aquélla escena en la que Huhg Grant pone la mano sobre la cola de la no menos asombrada, Bridget. Este es un manoseo cruel, que asusta como la monja, y Bill Williams, sentado en esa mecedora, sin saber muy bien por qué,  en el "Conjuro dos". Me siento, como la protagonista, diciéndole a su marido "no quiero regresar a ese infierno ". Simplemente quiero retirarme, dejar que mis hijas me extrañen, que vuelvan solas a casa otra vez, que recuerden todo lo que lo que nos divertimos. Pero ahora están  viviendo con él, que eligió mediadora y abogada, me bloqueo como si fuera el mismísimo demonio que se le quiere meter en el cuerpo, les dió rienda suelta a dos nenas, libertad absoluta para dos adolescentes voraces de engullirsela toda. Entonces un día me prometo dejarlas, no llamarlas ni escribirles, pero al siguiente lloro, me gana la tristeza, y el círculo empieza de nuevo, me gritan, me cortan el celular, dicen cosas que son crueles y lastiman, entonces pienso que si las suelto del todo y lo sigo a él en su juego, nunca más las voy a ver, así que esperanzada vuelvo a intentar. No quiero más abogados, psicólogas, ni mediadoras en audiencias que no quieren escucharme, y me contestan que para eso hay otro especialista que se llama psicólogo, cuando simplemente trato de instalar mi versión de la cosa, o no son para eso las mediadoras ?. Por su parte él ya demostró que tiene el  as de espada en la manga, y sigue dando vuelta la tortilla. Notas de una madre divorciada.


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