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Evite lanzarse al vacío

26 sept 2020


 

 En materia amorosa, eso decía el horóscopo dominguero. Ahora volví a leerlo, porque un buen señor de algunos de los cientos de plataformas mainstream (anglicismo que significa  tendencia o moda dominante, que se emplea para designar, musica, arte, moda, literatura que cuentan con grandes medios para su comercialización) de citas on line, en los que  he intentado pescar algo decente, ardía de ganas de conocer mi signo del zodíaco, igualito que pasa en las comedias americanas. Y tuve un golpe de suerte, la hermana era del mismo signo que yo, así que ya sabía "con que bueyes araba", dijo, empoderándose de la conversación. Puede fallar, yo tuve paciencia, incluso dejé pasar altura, resigne mariposas en el estómago, hasta que lo que sentí fue una piedra en el zapato. El se decía muy práctico, vivía en un pequeño monoambiente en la esquina de San Juan y Boedo. Trabajaba como arquitecto en estrategia de sistemas. Por supuesto pregunté, de qué iba la cosa. Se esforzó en explicar, pero acá sigo sin seguirle el cuento, El se decía muy organizado, gracias a su amor por la tecnología, ajustada a una capacidad económica de monoambiente; insistió en explicármelo todo sobre "Nina", cuando llegaba a su casa del trabajo, cual película de ciencia ficción, tenía una pasión absoluta, que escondía un machismo solapado, que iniciaba con una serie de  ordenes: "Apagá esta luz, bajá aquella, prendé la calefacción, etc". Que otra cosa podría pensarse, si le puso nombre de mujer. Un buen programa, para llegar a casa, y tener un robot geisha que le haga los mandados. Ojo, no piensen que con ese poquito lo condené, al contrario, me regaló una buena idea para mi.


Quedó claro que no necesitaba nada más. No le gustaba leer, ni libros, ni revistas, nada que tuviera letras, salvo en un cheque, o en los programas que hacía. Sin embargo, por una suerte de cortesía que tuvo hacia mi, porque le contaba todo lo contrario, dijo que leía algo en la playa, pero una vez que lo hacía, vendía el libro o cualquier otra cosa que le pareciera, sobras de la comida del gato.


 Le gustaba el deporte. Un día le conté que había perdido los anteojos de ver de cerca, cuando iba en bicicleta, se me salió la cadena, enganchó mi flamante y canchero pantalón e intentando sacarlo, se cayó todo en pleno boulevard. Preguntó : "Vos no ibas a andar en bicicleta como un fin ensimismo, te ibas a tomar un cafe y a leer sola ?. Ahora lo pienso, y la verdad, últimamente, me doy cuenta que la impunidad de mi edad, derrapa en una ansiedad que no se puede contener, ni con un ramo de flores o chocolates que me autorregalo. Entonces, me embarco en esas redes y me hago la justiciera. Así que comencé una campaña insidiosa contra él. Lo sometí a algo peor que la inquisición. Me hice una caza de brujas magistral. Ahora mirando a la distancia debo reconocer que tan malo no era, creo que mi irritación por el tema libros, me volvió una asesina serial, no quiero insitar a la violencia !, una vez leí un anónimo, que me sacó una carcajada y decía algo así :"A lo mejor todos somos asesinos seriales, solo que a la mayoría se nos da por no ejercer, algunos por principios, otros por miedo, y una gran mayoría por falta de oportunidad.Digo tampoco es que lo sé ". 

Finalmente, noté, que aún contándole anécdotas para hacerlo reír, me desconcertaba con frases del tipo "A mi nunca me tragó la tarjeta el cajero, de hecho yo no me muevo con efectivo (ahí se me vino Nina a la cabeza, sospeché que la mano venía por ahí)". Tuve que escuchar un audio como de dos minutos donde me explicaba, como hacer para digitalizar todo al punto de no usar dinero. La anécdota quedó destruida y era muy buena. La primera escena, de una película de terror que acaba con el mundo y las personas que hay en el. 


Yo suelo sacar a pasear a la bretona, en esta nueva normalidad que la obliga a una a salir con barbijo, y de paso si necesito pagar algo en efectivo, mato dos pájaros de un tiro, porque solo hay un cajero de mi banco, cerca de un hospital público. Había una cola, un chico joven con un nene, una chica de unos veinte años, nosotras, y detrás apareció un señor alto y canoso, que con barbijo y todo parecía buen mozo. En un momento dado, sentimos gritos dentro del cajero y llanto, sale una señora mayor pidiendo ayuda, el chico que nos precedía, entreabrió la puerta, pero enojado les contestó que ya eran dos dentro del cajero y él estaba con un nene, no se pensaba arriesgar. Puteó por lo bajo, tomo al chico de la mano y se fueron. La chica que seguía se dio vuelta reclamando colaboración de alguien detrás, lo mismo hice yo, y pensando que el señor canoso resolvería el asunto lo miré fijo, lo mismo hizo él "te veo cara de conciliadora, si querés te tengo el perro, y arreglas el asunto", creo que le respondí con mis ojos de conciliadora, comprendió, y golpeó la puerta del cajero, la abrió, preguntó de mal modo que pasaba, alguien le explicó, y por toda respuesta obtuvo un "señora ya se tragó la tarjeta a esta altura, de que banco es?, va a tener que pedir otra", se escuchó un grito gutural que nos dejó a todos temblando, el tipo cerró de un portazo, me miró, y con la bretona decidimos terminar con la cuestión. Abrí la puerta, entramos las dos y cerré. En el interior, había dos señoras mayores, una era la que lloraba y gritaba. Miré rápido el cajero, y efectivamente la tarjeta ya no estaba. Intenté razonar con la que parecía más tranquila, y sólo logré que la otra empezara a golpearla. La agarré del brazo, empezó a gritar otra vez "ella tiene la culpa, me hizo meter la tarjeta para ver unos movimientos de cuenta, yo de acá no me voy sin mi tarjeta ", y cuando intentó volver a los golpes, me empecé a reír "lo de la tarjeta ya no tiene solución, vayan las dos al banco al que pertenece su cuenta, parense las dos ahí, y hagan exactamente esta escena, un poco más dramática, y usted grite más fuerte, en el día se la hacen", las dos se detuvieron me miraron con asombro, y salieron como estaban adentro. Cruzaron la avenida a los golpes, los gritos y el llanto. El señor canoso, se me acercó y me dijo que ya estaba por llamar a la policía, la cola llegaba hasta la esquina, y todos hablaban de los efectos colaterales de la pandemia. De mi heroísmo nada. Pero les aseguro, que volví a casa como ironman después de un feroz ataque de Grimson Dinamo.....Ah, iba a pedirles con todo mi corazón que dejen de hablar de lo buena persona que es esa lindura de Keanu Reeves, a los 56 años, porque en cualquier momento me lanzo al vacío, por falta de masculinidad patria......  



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Cuentos de Hadas suburbanas . Todos los derechos reservados. © /Desarrollo: Maira Gall / Ilustraciones: Lau Rolfo