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Todo cambia

22 feb 2021


 


Toda esta obsesión recrudeció cuando perdí los sillones y el resto de la planta baja de la casa, para consentir los caprichos de una bretona de profundos ojos claros. Entonces no sabía lo que sé ahora de mi. Dejo avanzar gente y animales, no defiendo mi castillo,  no ocupo mi lugar dentro de mi propia casa. Pague horas de psicóloga para enterarme por Lupe, la entrenadora de perros, a los 44 años, en la playa y por un amigo ex pizzero,  quien me enseñó que a veces es mejor no contestar rápido, también puedo decir "dejame pensarlo" o refunfuñar un "No", con algún adjetivo calificativo, ni siquiera debería molestarme en  un microrrelato explicativo sobre la razón de mi negativa. Es más, en la era del celular un whatsapp de dos palabras lo soluciona todo, es que la ligereza es tal que nadie leería o escucharía un audio de 10 minutos, de hecho, los libros son cada vez más finitos, por eso de que ya la tierra dominada por millennials demostró que ninguno de ellos estaría dispuesto ni siquiera de vacaciones, a desparramarse con un tarugo del pobre Sidney Sheldon (salvo algún que otro señor de avanzada edad).

 Antes de este sabiondo retiro espiritual aprendido por defecto, como dicen ahora (?) de feria de verano en el trabajo, me comporté como una desequilibrada. Empecé a comprar mecedoras compulsivamente, muy cálidas ( bien nórdicas), o demasiado modernas. Cambie de lugar, varias veces todo lo que quedaba de los muebles. Compré más libros que nunca. Una especie de puff de rattan que no pega con nada, un corazón de lana color lila, y finalmente toque fondo cuando se me empezó a caer la baba y se me dieron vuelta los ojos de codicia cuando entré a un negocio en MDQ, y vi una tabla vieja de lavar la ropa, transformada en un objeto único, con una intervención no menor a las de Milo Lockett en las sábanas de Arredo, como accesorio de cocina, con pajaritos llenos de color, un estante y mil ganchos para colgar repasadores (ojo Amelia me había dicho que necesitábamos algo para colgar repasadores y evitar que Margarita se los robara). Si, claro, la compre. Ah también me traje una reposera para tomar sol en el patio que construí con ayuda de mi hermana, y un juego de sábanas precioso ( porque Amelia - kalinda, insistía con lo de la falta de sabanas- desde que Marcelo se fue. Ella cree que el se llevo algunas).

Apenas atravesé, la puerta de casa, colgué desesperada la tabla con el estantecito y busqué repasadores de los más lindos, planté la reposera en el patio, hice mi cama con el juego de sábanas nuevo, y perfumé todo el lugar con una fragancia que adquirí en una conocida casa de ropa. Ahí nomás, me di cuenta, que el efecto, "droga alucinógena", pegaba fuerte, pero se iba rápido. Constaté que la tragedia volvía a su lugar en mi cuerpo. Y el lóbulo frontal arrancaba de nuevo para recordarme, que tengo una caldera rota, y quedé en comprarla ahora en el verano, con la idea de que sale más barata para tener calefacción en invierno. Tengo que pensar sobre el abono del garage debajo de plaza lavalle, no se si me conviene moverme todos los días al centro con la camioneta. Abaratar costos. Castrar a Margarita, pagar la operación, pagar el prequirúrgico por sus problemas de corazón a un grande de la cardiología perruna. Soñar con que Agus no tiene más epilepsia, ni un quiste de 4 cm en el ovario. Quiero decir, tapo con frivolidades cosas de verdad importantes.

Que todo eso es tan fácil de hacer como comprar la tabla de lavar ropa colgada en la pared de mi cocina, con la bolsa de pan sobre un extremo para que se vea bien la pintura de los pájaros de colores y lo último que escribió quien me la vendió, en el minúsculo pizarrón que hay en el centro : pan, huevos, harina y un corazón, igualito al que acaba de estremecérseme para confirmar que la frivolidad es demasiado fugaz como entretenimiento, no para todos, solo para mi.

Eso si, les conté lo de la reposera no ? Ahora estoy desparramada ahí leyendo un clásico de Ana María Shua : "Los amores de Laurita". Ya no me acuerdo de que les hablaba, pero ahora sé con toda exactitud que si leen la revista "Hola" y una pareja de años abre las puertas de su estancia en Córdoba es la previa a la separación...

Isabella un par de años atrás...

16 feb 2021


 


Isabella, siempre quiso llegar a ser esa que ven ahí, lo fue y feliz durante mucho tiempo. Sabía sin embargo, que solo la endulzaban los elogios de los hombres que la rodeaban, pero su trabajo, aquello para lo que había estudiado, eso que su padre amaba, no era lo que había esperado.

 Se divirtió durante un tiempo, tenía muchos amigos y ella siempre fue incondicional con sus amigos incluso con extraños. Le pasaba que hasta los turistas la detectaban en medio de una multitud para preguntarle calles o direcciones, justo a ella que llegaba de memoria a todas partes. Pero ya se había dado cuenta que en realidad se había transformado en un  clishé, que iba cumpliendo inconcientemente una convención social. Una burguesita moderna, que sin embargo amaba su vida tranquila y a su familia, solo eso.

 Al principio, tuvo un jefe encantador. Tenía 77 años y a diferencia de los otros Jueces, no tenía objeciones a la hora de los expedientes que le tocaba decidir. Solo que su tranquila vejez no entendía de tecnología y computadoras.  Escribía a mano sus sentencias, que después ella se encargaba de pasar con paciencia y muchísima admiración. Cuando llegó a la Sala tenía 10 hijos y durante el tiempo que estuvo con ella, llegó holgado a los 50 nietos. Isabella lo adoraba, no la avergonzaba ni preguntarle por ejemplo, cuando cumplió los 80, por temas como la muerte. Ojo, lo hizo una vez que él le contó que ya no le quedaban casi amigos, uno de los últimos había fallecido ese día.

 Sonrío e Isabella tomó el pase, y le preguntó si no le tenia miedo a la muerte. La respuesta fue menos de lo que ella esperaba. Pensó que le iba a dar la pócima para mantenerse apartada de ese susto, por muchísimo tiempo. El bajó la cabeza, la miró un rato y le dijo : "Cuando llegas a mi edad, creo que el ser humano tiene un mecanismo de defensa de lo más natural, y no solo deja de asustarte la idea sino que simplemente pensas menos en ella, por lo menos mucho menos que a tu edad" y se empezó a reír a carcajadas.

Todos los días se iba a almorzar a casa con su esposa, Lita, diez años más joven que él. Y los miércoles, se encontraban en un bar y después iban al cine.  Una vez la llamaron en stéreo porque se habían confundido, cada uno esperaba al otro en un bar distinto, por suerte se encontraron en el cine.

Su casa, era una enorme mansión en Vicente López cerca de la quinta presidencial. Más de una vez la había invitado junto con el resto de sus compañeros, uno entraba, y por dentro solo se respiraba una profunda calidez, los dos ancianos hacían todo con una empleada doméstica que tenía la misma edad que ellos. Eran los mejores anfitriones a la hora de recibir gente en su casa. Era el perfecto caballero, sabía como hacer sentir bien a los demás.

Ella soñaba ser como ellos, envejecer como ellos. Es cierto había una cuota enorme de idealización. Su costado humano la sorprendía y la alegraba, no había que darle nunca demasiadas explicaciones, aparentemente lo comprendía todo. Aprendió todo de él. Se llamaba Romeo, era alto y seguramente un seductor elegante cuando joven, todavía lo era.  Se notaba allá por detrás de sus ojos una chispa de picardía, claro que le gustaban las mujeres, como a todos y se percibía que no se había perdido nada del mundo femenino. Pero respetaba mucho a su mujer. De hecho cuando necesitaba algo llamaba Lita a casa de Isabella, después se lo pasaba a él-era un riguroso protocolo, no estaba bien que él llamara directamente a su secretaria-, era de otra época, el no le hablaba nunca directamente por teléfono. 

Uno de sus hijos, en aquel entonces venía mucho a verlo, tenía mas o menos la edad de Isabella 30 años tal vez. Pero no tenía para nada su impronta, era más bajo, se lo notaba nervioso, preocupado, vulnerable. Eso le llamaba mucho la atención. Una mañana le avisaron que estuviera atenta porque aquel chico, estaba en coma, había sufrido un ACV.  No sabía que hacer, hasta que el viejo roble, entre lágrimas apareció, y se derrumbó llorando en sus brazos. Era pesado,  Isabella logró sentarlo, la angustia lo sobrecogía de una manera que nunca había visto en un hombre, estaba absolutamente desconsolado, y se culpaba una y otra vez de no haberse dado cuenta de la presión que sufría su hijo en el trabajo. Ya tenía 82 años. Isabella insistió para que volviera a casa, él no quería, pensaba que en el trabajo con todos ellos iba a estar mejor.  De todos modos estaba cerca del hijo, porque a la clínica llegaba en dos paradas de subte.

El hijo sobrevivió, pero quedó de por vida sin la posibilidad de moverse con esposa y tres hijos chiquitos. Se fueron a vivir con él. Así que un día se le apareció temprano, le dijo a Isabella que trajera lápiz y papel, que iban a redactar su renuncia, y ella sin poder evitarlo empezó a llorar, el cuerpo le temblaba y sabía que ese no era el trámite. Se lo explicó, le habló, pero supo que no lo iba a convencer y lo perdió.  Nada volvió a ser igual.

Cuando su papa murió, mucho tiempo después, y todo lo malo que era posible que le pasara también ocurrió, Romeo llamó y desde el teléfono se aferró a él como si su propio padre hubiera regresado de entre los muertos. Él le hablaba despacio, y ella se estiraba para guardarse en la cabeza cada una de sus palabras, se sintió una dramática, como siempre, por el sollozo que no mermaba.

 El Doc, como le decía ella, le explicó que apenas podía caminar  y que lamentaba no poder estar presente en el velatorio. Se moría de tristeza pero conservaba dignidad con un respetuoso silencio del otro lado de la línea, que más podía hacer tenía, casi 87 años, le agradeció colgó, y pensó que se sentía la persona más sola del mundo.

Esa tarde tomó todos los "zepan" que se encontró, no tanto como para dar; "hija loca de conocido personaje público es ingresada a una clínica con sobredosis antes de hacer frente a su entierro". Simplemente un par de comprimidos para mantener  una obligada tranquilidad, tenía que recibir a tanta gente en ese velatorio. Solo su hermana y su mama, estaban realmente ahí se daban cuenta de lo que estaba pasando en sus narices.

 Entonces se abrió la puerta y Romeo apareció a buscar a su Julieta, con un bastón acompañado por la fiel Lita que lo sostenía por el hombro. Ella se acercó corriendo y lo sostuvo también, el le paso una mano por la mejilla y le acarició la cabeza como si fuera una nena. Se acercaron al cajón y le habló  a su papa como siempre, lo retó le dijo que no debía morir él, que tenía que respetar los galones, que eso le pasaba por llevarle siempre la contra...

Después de ese día, fue como si una sombra se hubiese extendido sobre ciudad gótica, Isabella ya no supo distinguir la humanidad en la gente, y empezó a perder dirección. Se enfermó, y se recluyó en su mundo.

 Por un tiempo estuvo bien, pero un incidente, llevó a otro y agotó paciencia y bondad sincera. Ella siempre supo como sacar lo mejor de la gente, concebía el error como puramente humano, agradecía que lo confesaran porque la idea era arreglarlo rápido. Eso hacia que la gente no mintiera y tuviera la inquietud de aprender no solo a ser más responsable sino a distinguir con facilidad la tontería de aquello que efectivamente era apremiante resolver. En general, todo lo que no se entendía muy bien era apartado para otro día, semana, mes. Como Isabella sabía eso intentaba que ante cualquier duda le preguntaran sin sentirse avergonzados. Esa era su manera de encarar el trabajo.

 Pero había otra grupo que confundía esa amabilidad con el clásico "no es posible llevarse bien con todo el mundo", "Isabella hace lobby con el personal a propósito", es "demasiado blanda" " No puede ser funcionaria", mezclado con "Isabella me ayudas a tomar audiencia vos que sos más tranquila ", "que vaya Isabella a calmar al abogado que ella sabe como hacerlo", " Isabella andá a hablar vos con las chicas de mesa que sos la única que las puede tranquilizar y explicarles lo que se espera de ellas".  Conocía cada una de las frases, las miradas, era un constante tira y afloje, ya estaba al borde de perder serenidad.

 Estas otras chicas, eran expertas en otra técnica para manipular descaradamente al personal, amedrentándolo. Pero fue la que se sintió y terminó con todo, le ganaron la partida. Era sencillísima, se ejecutaba inmediatamente, no se perdía tiempo ni paciencia con la gente consistía en distraer sus propias limitaciones, haciendo bardo en otras partes, en otras personas. Exponer a gente buena, frente a jefes sin escrúpulos, a feroces y estúpidos escarmientos, y morirse de risa estruéndosamente ante la humillación ajena. 

Ahí, consiguieron hacer saltar a Isabella, que era lo que habían estado buscando hacía tiempo, desbancarla. Ella cayó en la trampa, se puso todo el latex que encontró, y se transformó en una gatúbela feroz, que termino por amenazarlas en la cocina del trabajo  por una situación doméstica de lo más estúpida pero repetida hasta el hartazgo. Ya sin miedos, cansada de hablarles con la tolerancia y la misericordia de San Francisco de Asís,  de sus burlas permanentes sobre personal de ella que se destacaba solo por su docilidad. Ante la ausencia absoluta de autoridad por el temor de los Jueces al moving laboral, la dulce, amable y femenina Isabella, se transformó en un demonio feroz, y se escuchó decir asimisma " A mi no me levantes el tono, a partir de ahora quiero la cocina como si fuera la de tu propia casa", respuesta : "Yo hago lo que quiero acá y en mi casa, vos quien te crees que sos para mandarme, yo no obedezco ni a mi mama", "Soy la prosecretaria de la sala no tu mama, y esta vez no te voy a permitir que te portes como una colegiala irrespetuosa", la servil gordita se empezó a reír, y fue ahí que Isabella, saco el costado hombruno que llevaba dentro, la miró furiosa y le dijo "Y a vos sino te dejás de joder, te voy a cagar bien a trompadas". 

Pasaron un par de días, y la que quedó mal fue Isabella que inmediatamente pidió hablar con los Jefes. La secretaria- otro monstruo, oculto detrás de una máscara de corderito- no la dejó y le anticipó que ya lo había hecho ella, que no había nada de que preocuparse, que ellos sabían bien de este grupo de golpistas.

 Al día siguiente, la llamaron, primorosamente, le dijeron con esas sonrisas de azafata prometiendo que el avión no se va a caer, que la relevaban del personal, aunque le mantenían su cargo (cosa que no podían sacarle, pero ellos pensaban que si), eso fue lo último que recuerda.

 En ese preciso momento, dejo de pelear contra el sistema se sintió paralizada, viendo pasar su vida como una  vieja película muda en blanco y negro. Sintió la sal de las lágrimas surcarle las mejillas arrebatadas de calor, se le aflojaron las piernas. No volvió, la llamaron pero no volvió. Tiene una licencia con la recomendación de una psiquiátra para distanciarse de sus tareas habituales por un tiempo. No entiende nada, se volvió huraña. Ahora sentada en el jardín enorme de la casa de su papa, solo espera recuperar alegría  y su propia confianza nada más. Tal vez logre volver, mientras tanto, la salvan dos nenas que apenas superan el metro y medio, y todas las noches le dejan una osa para dormir y un dibujo debajo de la puerta de su dormitorio como este que se ve acá ...






Isabella, viernes sola...

12 feb 2021




Isabella había pasado una mala noche, se despertó llorando a las 4 de la mañana y recordó absolutamente toda la pesadilla. Nunca lo sintió tan vívido, pero tenía miedo de volver a dormir, tenía miedo de la gente que aparecía en el sueño, de lo que hacían y decían, necesitaba calmarse, estaba asustadísima, peor que la noche que soñó que su papa se moría. Buscó algo para tomar, mientras en la cama la más chica de la casa dormía pacíficamente. Fue a besar a su otra hija, no sabía por qué pero cuando se despertaba así, recorría las habitaciones como un fantasma verificando que las nenas estuvieran bien Entonces, regresó sin hacer ruido al  dormitorio, tomó su libro de Alice Munro y decidió pasarse al cuarto vacío de la pequeña para leer y olvidarse, entrar en la vida de otros y desaparecer de la suya.

Se durmió profundamente, como si la historia de la anciana perdida, hubiera exorcizado cualquier conjuro brujo que le impidiera dormir como un bebe. Hasta que la vida sonó a través del teléfono que retumbaba lejano, pero la insistencia cobró imagen y saltó de la cama como autómata, la empleada !!!!. "Hola señora, hubo un accidente fatal en Chacarita (que remate oportuno, justo frente al famoso cementerio) y los trenes no van a funcionar hasta dentro de tres horas", la notaba más afilada que un periodista, uno de esos noteros de los de la calle, no podía tener más detalle del accidente y el problema del transporte porque justamente los vehículos estaban colapsados. "Y si voy en colectivo, como tengo que tomar tres, llego después del mediodía". Isabella ni lo pensó, el día de alguna forma maravillosa le compensaba el mal sueño de la noche, estaba sonriendo, "No deja  no vengas hoy, no vale la pena"  ( le  fascinaba como muchas otras veces la idea de estar sola en casa). Bueno se arregla entonces señora?, siempre ! Te veo el lunes.

Y corrió a buscar la caja de fotos de sus abuelos, se iba a sentar en el piso con su café y sus tostadas a mirar el pasado, escudriñar entre los fragmentos de la vida de otras personas, que había conocido en el personaje de abuelos pero de los que prácticamente nada sabía. Se los veía siempre a caballo y sonriendo. Atrapados en aquella preciosa vida sin urgencias. Su papa con la edad de su hija ahora yendo a buscar a su hermana en un petiso. Marcelo (hoy exmarido), le está hablando pero no logra sacarla de su ensimismamiento, mientras reconoce a un tío abuelo a quien recordaba como un tipo severo y miserable, con un aliento tremendo, pura vejez saliendo de su boca, ahora joven, y buen mozo, más de lo que hubiera imaginado de esos hermanos. Recuerda una historia que le contaron sobre el mayor, alguien mandó matarlo por un ajuste de cuentas- Lorenzo - mira el reloj y el cuadro que retocó con una amiga artista plástica por pura cábala,  lo había pintado su tía abuela y lo asociaba a una mujer muy anciana, con un antecedente de terrible mala suerte porque nunca pudo tener hijos. Se detiene en su imagen -por primera vez la mira-, Angelita resultó ser una mujer hermosa, por lo menos linda escondida detrás de la podredumbre de un cuerpo casi muerto cuando iba a visitarlos a la casa de Belgrano entre 11 de Septiembre y Maure. Era un castillo para ella, lleno de cosas pura magia y hechizo. Había una fuente, millones de estatuas, un altar lleno de jazmines, una cocina y un comedor salidos de una película lujosa de los años treinta. Son las seis de la tarde, Marcelo (su exmarido al que ya dejó de prestarle atención hace rato, ese que nunca está, ese que hace una vida de soltero dentro de una casa con una mujer y dos nenas preciosas) le vuelve a hablar para mostrarle un desierto y decirle que la próxima carrera que van a correr es en el desierto de Fiambalá, en Catamarca. Un desierto como el de la  memoria  de Isabella que flojea, que mira y apenas recuerda el perfume a madera, el dulzor que se desprendía de la cocina, el altillo en el piso de arriba y la Palmera, que salvaron cuando la casa se vendió para hacer un edificio. Ahora la tiene su mama, se trajeron al menos el corazón de la casa. Marcelo insiste con el desierto, le muestra fotos pero no son como las de ella, porque no tienen historia ni corazón, no son misteriosos recuerdos de familia...


 

Bitch

1 feb 2021


 "Qué es un alma ? Es como la electricidad, en realidad no sabemos qué es, pero su fuerza es capaz de iluminar una habitación " Ray Charles. Si, hablo sobre la belleza.


Hoy puede que llegue a sonar cursi, de una forma que jamás hubiese reconocido en mi. Resulta que a los 40 y tantos años, me vengo a dar cuenta de un millón de posibilidades de encontrar belleza, que por supuesto nada tiene que ver con lo físico (en las personas) o lo que uno subjetivamente puede valorar mirando una cosa o un paisaje. Se preguntarán porque "bicht" es el título de lo que quiero escribir.


 Bueno la respuesta no tiene clemencia,  a esta altura del partido, uno logra iluminar una habitación, con bombitas de luz led, ni siquiera hablo de las de bajo consumo (las led no sólo consumen menos sino que duran más que las de bajo consumo, valga la redundancia) o se ha transformado "in a bitch". No hay hechos circunstanciales, que amortigüen el golpe de intransigencia que me atacó hoy. Hay hombres y mujeres, que sin proponérselo siquiera, se han vuelto maravillosos. Y otros, que van arrasando con toda la luz que hay por ahí, de la mano de Edenor, Edesur,  el gobierno, y una corruptela que en nada se parece a la pobre Virtudes García, no les ha quedado un solo gramo de decencia o pudor. Imagínense pedirles los 21 gramos que pesa el alma ?

No hablo de política, hablo de la convivencia de una población adulta. Mi papa una vez me dijo, que la sociedad lo iba corrompiendo a uno sin darse cuenta, como si fuese algo inevitable. De hecho, lo vio de pronto en la expresión de mis ojos. Les comentó a unos amigos, que estaba preocupado porque mi cara,  era de puro resentimiento,  había perdido la sonrisa y la alegría. 

Muchos amigos, también me hicieron notar lo de la sonrisa para mi asombro. Algo de razón tenían todos, había perdido la alegría, estaba decepcionada, veía y comprobaba maldades inesperadas de las personas menos pensadas.

La ignorancia y la pobreza, nada tienen en principio que ver con esto. Hoy leía en el diario, que por ejemplo la mayoría de los hombres que golpean, eso que hoy llaman violencia de género, son aquellos que han podido acceder al estudio y trabajan normalmente. Lo mismo pasa con las mujeres profesionales, tal vez no con todas, pero una buena parte de las que llegan a cargos importantes como las de un hombre, se vuelven agresivas con sus pares. A veces, pienso que es el miedo y la inseguridad ante situaciones de mucha presión sobre una personalidad pobre, que languidece. No hace mucho tiempo, hice una entrada diciendo, que no solo yo, no soy perfecta sino que nadie lo es...

No puedo ser racional todo el tiempo, y pensar con una cabeza grande así, mentira eso es justamente lo que debo hacer, pero no he madurado lo suficiente como para hacer oídos sordos a la pobreza de corazón, no puedo exorcizar la maldad, tratándola con benevolencia.

Por último, todo esto ha sido para atraerlos hacia un libro que justamente se llama "Sobre la belleza" de Zadie Smith en el que todo "está servido para que estalle una hilarante historia sobre filias y fobias de la especie humana- desencuentros generacionales, amores contrariados y conflictos ideológicos incluídos- en la que el bagaje intelectual y cultural parece reducirse meramente a una brillante y frágil escudo personal diseñado para protegernos del desamparo y mitigar el implacable paso del tiempo..."

Gustavo, el albañil-techista y Amelia la empleada doméstica tienen mucho más resuelta su vida, y me ayudan en la mía como uno lo esperaría de los intelectuales más importantes del país. Ellos realmente saben lo que pasa, lo que me pasa, y lo que les pasa. Ahora, no era que nosotros habíamos estudiado, cada cual en su rol para mejorar la calidad de vida de personas como ellos ? Pensé que la idea de acceder a cualquier forma de estudio, era un paso adelante para que la distribución de la riqueza empezara a ser más pareja, lo mismo que la calidad de vida.

Cuando tenía  28 0 29 años, me dieron la oportunidad de ocupar interinamente el puesto de Secretaria en un Juzgado de Familia. Tenía dos asistentes sociales, una muy aplomada, una mujer mayor en la que confiaba absolutamente. La otra, era más joven y tenía pocas luces y muy mal genio. Yo tenía que tomar audiencias con la pobreza, y escuchar los consejos que el mal genio le aportaba a la más joven de mis asistentes sociales quien obligatoriamente debía estar presente. Lo único que descubrí con tristeza fue que nuestras soluciones no solo les complicaban la vida de una forma irreversible, porque encima estaban obligados a cumplir las decisiones del juzgado sino que no tenían utilidad alguna para gente como ellos.

Me pasaron muchas cosas, tenía mucha gente con bebes en situación de calle, y limitados poderes para sacarlos de ahí. En una oportunidad, me llegó el estado de un bebe y sus hermanitos que se encontraban en una esquina ya no recuerdo donde. Era tal el abandono que padecían - bebes con pañales de meses y hambre -, que mandamos una orden policial para que los  sacaran de la calle y los llevaran a un lugar especial para atenderlos primero. La respuesta fue, que no pudieron sacarlos, primero porque no podían identificarlos y las familias apenas los veían (a los policías), salían corriendo. Hasta ahí llegaba su labor. y la nuestra había sido absolutamente inútil como casi todas las demas. Un sistema realmente obsoleto, y cabezas de clase media exigiendo a gente con hambre, dos visitas cotidianas a un psicólogo de locos. Por favor, gente con hambre, sin lugar donde vivir más que la calle a un psicólogo ?. Y ahora que con la edad se que muchos de esos profesionales también son un peligro para resolver las cosas, me caigo de orto de sólo recordar, la orden de un juzgado para que se apresten a escuchar a un psicólogo. (Hoy mi vida pende de un hilo porque divorciada se que a mí no me pueden solucionar la vida, y probablemente pierda a mis hijas en manos de un psicópata irreconocible para casi todos los profesionales en esta materia, sólo centroameriacanos y españoles han descubierto a esto que llaman psicópatas integrados, yo zafo o zafé gracias a vaya a saber quien, mi propia intuición, el resto no se da cuenta porque es una personalidad parasitaria que sin que el profesional lo note, lo usa para sacarle información). Y en familia seguimos intentando ayudar a la pobreza con medios de este tipo. Hay que seguir avanzando, recordemos como Galileo y Nicolás Copérnico, fueron condenados por la Iglesia, a través del tribunal de la inquisición por defender la teoría heliocentrista del Sistema Solar, que asegura que la tierra y los planetas giran alrededor del sol. Desconfíen de quienes sonríen clavándoles un puñal por la espalda, de palabras amables y falsas muestras de afecto.

Por fin, les dejo una frase que Zadie ha usado de su marido, que aparentemente es un gran poeta : "El tiempo, es como inviertes tu amor...".



Cuentos de Hadas suburbanas . Todos los derechos reservados. © /Desarrollo: Maira Gall / Ilustraciones: Lau Rolfo